Un edén llamado Patillal



A medida que el carro avanzaba, la mujer experimentaba una sensación inexplicable, como de sosiego, de paz. “Qué bueno… Se siente más fresco el ambiente y hay brisa”, expresó, mientras se recostaba en el espaldar de la silla y dejaba que su mirada se perdiera en el horizonte, que se le antojaba muy distinto y distante al de Valledupar, pese a la cercanía entre ambos lugares.
No era la primera vez visitaba a este paraje, pero se extasiaba como si nunca hubiera visto la lomita de piedras atravesada por la carretera antes de llegar, el arroyo de La Malena, el puentecito pueblerino, las calles bucólicas que la embelesan siempre y le despiertan un raudal de interrogantes, siendo el más fuerte de ellos: “¿Qué es lo que tiene este lugar que me embruja de esta manera?”.

A fuerza de patadas se abrió paso en el mundo


Quiero compartir con ustedes este texto. Lo escribí para Vanguardia Valledupar; fue publicado el año pasado... 


"Gracias a este deporte soy lo que soy, 
He conocido muchos países, que no todas las personas tienen el privilegio de conocer. 
Además, el deporte lo aleja a uno de las cosas malas”:
Oscar Muñoz.


Es un día normal. No hay estudio y los compromisos deportivos le han dado un break al campeón, pero él no da para quedarse en casa viendo televisión o jugando boliche como podría hacerlo cualquier muchacho de su edad. Se levanta temprano y va al encuentro de una camada de pequeños que tienen sueños gigantes como el que hoy protagoniza él.

En este día...


Yo nací en el bosque verde y exuberante de un país en cuyo nombre subyacen las significaciones de una paz que hoy se ha ido, que regresa de tiempo en tiempo y se materializa en palabras de los viejos de mi tierra, quienes cuentan historias de épocas apacibles en las selvas - como la mía, allá en el suroccidente colombiano- y también en los poblados plenos y también en proceso de emancipación.

¿Ya se percató?... ¡Al Cesar se lo está tragando el desierto!


Cuánta razón tenía Julio Oñate Martínez cuando hace treinta años escribió su profecía. Ya Pedro Castro lo había vaticinado también, pero las predicciones fueron pasadas por alto 
y eso ¡cuánto daño te ha hecho, Cesar!

Basta con abrir la ventana y observar que el paisaje de ha ido, al igual que muchos pájaros que en tiempos remotos del valle del Cesar alegraban en despertar de las gentes.
Ya no están los pastos verdes y el color de la vegetación se ha cambiado por un tono amarillento que viaja con la brisa desde La Guajira y se posiciona en lo que antes eran los bosques de caracolí.

Muchas musas, pocos amores



“Dónde hallaré la muchachita linda
que se decida quererme a mi
quiero vivir de nuevo en La Guajira
lo más contento, lo más feliz…
Si es necesario voy al Surimena
me acerco a Roche, a Manantial
llego a Hatonuevo me subo a la sierra
hasta Angostura  voy a llegar
creo que Las Pavas con su clima frío
me tiene reservada una linda mujer
tiene Barrancas un bello caserío
donde viven mujeres que se puede ver.
Si por allá no consigo
en la tierra ‘e Lagunita
me voy a Campo Florido
a San Pedro y Saraita”

La búsqueda de Leandro Díaz terminó en San Diego, a mitad del siglo pasado, cuando él pasaba de sus 25 años y había protagonizado profusos episodios de amores no correspondidos y lamentos cantados.
No fue una barranquera, una de Papayal, una hatonuevera o una Oreganal; no. Tampoco fue Matildelina, Josefa Guerra, Raquelina, Cecilia, ni mucho menos una ‘Gordita’.

El tratadista del alma



“Yo hice una frase que conmovió a la humanidad ‘Cuando Matilde Camina hasta sonríe al sabana’ y muchos creyeron que era verdad, que la sabana sonreía y se fueron hasta allá para ver. Cada vez que yo iba encontraba un carro parqueado allá, visitando a Matilde”:
Leandro Díaz.


Que los poetas contemporáneos se desborden en adjetivos hacia Leandro Díaz no es producto de galantería sino la exteriorización de la gratitud que guardan en sus seres conscientes, debido a la grande influencia que de él hay en ellos, por haber sido un referente en el que todos se apoyaron para robustecer sus creaciones líricas.
“Es el genio más grande que tiene el vallenato”, dice Sergio Moya Molina, mientras Beto Murgas lo secunda expresando: “Como dijo alguien una vez, él es el Homero del vallenato”. Seguidamente Julio Oñate Martínez acota “para mí es uno de los casos muy específicos del vallenato, el compositor que antes de cantar, piensa”. Rosendo Romero toma la palabra para decir que “Leandro Díaz es el mejor tratadista del alma en la composición vallenata”.

Un juglar en primavera


"Está brisando”.
Pronunció la frase y con un suspiro profundo se recostó sobre el espaldar del sofá, mientras la brisa de abril le acariciaba sutilmente el rostro.
Se quedó inmóvil, con los ojos cerrados y una sonrisa casi imperceptible dibujada en el rostro, embebido en un silencio que sólo era interrumpido por la danza de las hojas de los frondosos árboles de mango que espontáneamente soltaban frutos que se golpeaban al caer al pavimento.
-Le gusta mucho la naturaleza, ¿verdad?

Nichos de la guerra

El paisaje que se divisa en el horizonte enternece a los hombres que bajan de sus hamacas con un frío empotrado en los tuétanos y olor a café caliente metido en su subconsciente.
Allá arriba, a dos mil doscientos metros de altura sobre el nivel del mar, experimentan una sensación espiritual que desecha las palabras y los mantiene en un silencio místico, quizás infundido por el quehacer los trepó en lo alto de la montaña.

Tierra de música y leyendas…

…Y así, a travesando cordilleras llegué hasta aquí, y me atrapó la magia de este lugar, y me embelesó el encanto de esta tierra de música y leyendas.
Era de madrugada ese día. Desperté y quedé extasiada con un valle inmenso, en cuyo final se pintaba el paisaje celestial con acentos amarillos y anaranjados. En el pasacintas del vehículo, un hombre invitaba a una mujer a “llenar de cariño los amaneceres del Valle”; entendí entonces que los versos de los poetas de aquí van más allá de una literal descripción bucólica de su entorno; supe que sus obras son la biografía de los sentimientos no solo de ellos sino de toda una cultura, una cultura sinigual.