Nichos de la guerra

El paisaje que se divisa en el horizonte enternece a los hombres que bajan de sus hamacas con un frío empotrado en los tuétanos y olor a café caliente metido en su subconsciente.
Allá arriba, a dos mil doscientos metros de altura sobre el nivel del mar, experimentan una sensación espiritual que desecha las palabras y los mantiene en un silencio místico, quizás infundido por el quehacer los trepó en lo alto de la montaña.

Tierra de música y leyendas…

…Y así, a travesando cordilleras llegué hasta aquí, y me atrapó la magia de este lugar, y me embelesó el encanto de esta tierra de música y leyendas.
Era de madrugada ese día. Desperté y quedé extasiada con un valle inmenso, en cuyo final se pintaba el paisaje celestial con acentos amarillos y anaranjados. En el pasacintas del vehículo, un hombre invitaba a una mujer a “llenar de cariño los amaneceres del Valle”; entendí entonces que los versos de los poetas de aquí van más allá de una literal descripción bucólica de su entorno; supe que sus obras son la biografía de los sentimientos no solo de ellos sino de toda una cultura, una cultura sinigual.