-“Sí”.
-¿Por qué?
-“Me
gusta ser diferente de las otras personas”.
-¿Y sientes que esa
diferencia es por el color de tu piel?
-“Sí, porque en el
colegio a muchos no les gusta mi color y cuando están peleando con otra persona
que es de mi color, empiezan a tratarla mal, a decirle que es ‘negra berrinche’
y otras cosas desagradables”.
-¿A ti te lo han
dicho ‘negra berrinche’?
“Sí”.
¿Quién?
-“Niños
blancos”
-¿En esos momentos, qué
te gustaría que pasara para que no te dijeran así?
-“Que
se dieran cuenta que todos tenemos derechos y que no deberíamos ser
discriminados”.
-¿Sientes rabia o
rencor con esos niños que te han tratado mal, por tu color de piel?
-“No.
Sólo quisiera que sepan que tengo los mismos derechos que ellos. Que no tienen
derecho a tratar mal a las personas. Eso es todo”.
¿Sientes que eres
menos importante, por ser negra?
-“Sí. Me siento menos
importante porque las personas a mí como que me desprecian más. Quieren más
estar junto a las personas blancas que junto a mí. No me gusta cómo me ven a
veces”.
-¿Sabes por qué eres
negra?
-“Porque
nuestros antepasados son de África y allá la gente es negra”.
-¿Sabes que este mes
– Mayo - es el mes de la Herencia Africana; o sea, tu mes?
-“No.
¡No sabía. No creí que eso se celebrara!... Tal vez lo celebran porque algunas personas,
que no les caen mal los negros, quisieron reconocer que ellos (los negros)
también son importantes y que tienen su día”.
-¿Es más difícil ser
una niña negra que ser una niña blanca?
-“He escuchado a un
grupo de niños diciendo de forma desagradable: Dónde uno va, se encuentra a los
negros esos, como si se tratara de una plaga y yo no soy una plaga”.
-¿En algún momento han
sentido que te gustaría no ser negra?
-“En
realidad casi no le doy importancia a lo que ellos me dicen, pero sí me duele. A
nosotros nos tienen como fuera del mapa”.
Ella
es Melba Valencia, una niña de doce años, oriunda del departamento del Chocó,
quien cursa séptimo grado en un Megacolegio de Valledupar,
en el Cesar, donde mantiene un desempeño excelente, que la ubica siempre entre
los tres primeros puestos de su salón. En su cotidianidad, es una niña
tranquila, que se ve feliz, pero al conversar con ella sobre su ‘herencia
africana’ queda al descubierto la procesión que lleva por dentro, en la que
debe cargar una cruz que le imponen algunos compañeros de colegio.
Tiene claras las
nociones de igualdad, que como raza humana merecen todos los grupos poblacionales,
hoy mezclados, con preponderancia étnica que depende de la fuerza genética, ya
sea blanca, negra o indígena, pero –al fin y al cabo – todos, personas con
derechos. Pero vive en carne propia y de forma muy marcada, los efectos del
racismo que, viniendo de niños también, hace prender las alarmas sobre la
mentalidad de éstos infantes y el tipo de individuos que están formándose, ya
sea en el hogar o en el colegio.
En la misma
institución educativa, en el mismo grado, pero en diferente salón, estudia su
primo, Santiago Gutiérrez, también de 12 años, nacido en la ciudad de
Valledupar, en quien, si bien las manifestaciones son menos marcadas, sí se
evidencian rastros de los denominados microrracismos. Se trata de un niño extrovertido y siempre
sonriente, o como él se describe: “Soy una persona muy animada, que siempre
está dispuesto a ayudar a los demás y también soy una persona que quiero
cumplir mis sueños: ser un actor, cantante, pintor y viajar por el mundo”. He
aquí el diálogo con Santiago:
-¿De grupo étnico
eres?
-“Soy
como negro/blanco”
-Pero ese color no
existe
-“Yo sé, pero tengo
una madre negra y un padre blanco y salí como negro/blanco, una mezcla de los
dos”.
-¿En colegio cómo te
dicen?
-“Me
dicen café con leche”.
-¿Y te incomoda que
te digan así?
-“La
verdad, me da igual. No siento nada”.
-¿Has tenido
problemas por ser in niño afro?
-“Hasta
el momento no. Tengo muchos amigos”.
-¿Pero sabes que hay
personas que discriminan a las personas negras?
-“Claro que sí. Yo diría
que eso es injusto, que todo deberíamos convivir en paz; algunos son negros,
otros blancos, otros indígenas, pero todos somos humanos y sentimos”.
-¿Si pudiera cambiar
algo de tu físico, lo harías?
-“Cambiaría
mi cabello. No me gusta que es como enruladito y es difícil peinarse”.
-¿Te han hecho
comentarios sobre tu cabello?
“Bueno,
a veces -no muchas- dicen que tengo el pelo malo”.
-¿Y es que acaso
existe un pelo bueno y otro malo?
-“Dicen que es el que
es liso. Lo quisiera tener liso; sería más fácil de manejar así. Aunque
pensándolo bien, el pelo malo no existe, sólo son pelos diferentes, así como la
piel”.
Melba
y Santiago han emprendido su carrera actoral y ya han participado como
personajes secundarios en la grabación de un video musical, así como en
secciones de fotografías promocionales y cantando en eventos escolares.
Viven con su familia y reciben formación en valores humanos, lo cual se
evidencia al hablar con ellos, y ahora han empezado la tarea de estudiar sus
raíces para saber de dónde vienen. “¿En serio los tambores son un aporte
afro?”, pregunta Melba visiblemente orgullosa, dado que toda la música que le
gusta es rica e percusión. Han empezado a reconocer y sentirse orgullosos de
los aportes de sus antepasados a la humanidad y, sobretodo, a comprender que
hace muchos fueron desechas las cadenas de la esclavitud y que todos los seres
humanos.
Estos
diálogos infantiles, a propósito del mes de la Herencia Africana[i],
tienen como fin ampliar el llamado a la sociedad para promover la igualdad;
una igualdad que trasciende el color de la piel y que requiere ser infundida en
las sociedades; mucho más, si se trata de niños y niñas, pues hay grandes probabilidades que si un niño es
racista y maltrata, de adulto también lo sea, por ende el llamado a formar en
valores es para padres, tutores, maestros y adultos en general.
“Las comunidades
negras, afro, raizales y palenqueras del país han tenido que hacer frente a
condiciones históricas de discriminación y exclusión. Durante mucho tiempo, el
legado cultural de los africanos y de sus descendientes –así como el papel
fundamental que han desempeñado en la
conformación de la nación colombiana-
fue desconocido e invisibilizado”, decía parte del mensaje del presidente Juan
Manuel Santos, entregado hace poco en Cartagena, donde tuvo lugar un acto de reconocimiento
a las comunidades afrocolombianas. “Es un reconocimiento y una valoración a un
factor determinante para la memoria del país. No solo es importante reconocer y
visibilizar la memoria sino también, en la práctica, establecer condiciones
reales. Que nuestras palabras se reflejan en acciones”, dijo –por su parte-
Zulia Mena, viceministra de Cultura.
Melba y Santiago, por
su parte, son conscientes de que no está mal ser negro, o blanco o indígena;
saben que lo que sí está mal es censurar o maltratar a alguien, debido a
factores étnicos, pues tal como lo asegura Santiago: “Todos somos humanos y sentimos”.
María
Ruth Mosquera
@sherowiya
[i] Mayo, el Mes de la
Herencia Africana, declarado en 2011 por la Ministra de Cultura, Mariana Garcés
Córdoba, mediante resolución 0740, es una conmemoración que se orienta a
reconocer la importante participación de los hombres y mujeres afrocolombianas,
raizales y palenqueras, en la construcción de la nación. Además, busca
contribuir en la lucha contra la discriminación y el racismo, en el sentido de
crear escenarios de reflexión y diálogo intercultural que procuren por el
reconocimiento de la participación de los afrodescendientes en las dinámicas
sociales, económicas y políticas del país. Este 2016 coincide con la
celebración del segundo año del Decenio Afrodescendiente (del 1 de enero de
2015 al 31 de diciembre de 2024), proclamado por la Unesco según la Resolución
A/68/237 de diciembre de 2013, a través del cual se busca reconocer los
esfuerzos y las iniciativas emprendidas por los Estados para prohibir la
discriminación y la segregación, y promover el goce pleno de los derechos
económicos, sociales y culturales, así como de los derechos civiles y
políticos.
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