“Ese que escribe versos
repletos de verano
estando en primavera
ese soy yo”
Rosendo Romero.
Al atravesar el puente se asomó por la ventana del carro y se conmovió
por el paisaje: El río es un playón con monte que crece entre las piedras de la
orilla y una ‘lágrima’ que le corre por el centro. Suspiró y dijo: “Voy a
hacerle una canción al río, porque me dio mucho cuando yo era niño”.
Estuvo melancólico el resto del trayecto que lo llevaba al entorno
de su infancia, donde se encontraría con amigos, compadres, recuerdos alegres y
también con todas las transformaciones que el paso de los años, el peso de la
violencia y las desidias del hombre le han causado a su mundo.
Miraba a lado y lado de la carretera y extrañaba los cultivos de
antaño, los de antes de los químicos de la bonanza algodonera y de que llegara el
conflicto armado a imponer un nuevo orden social y a cosechar los frutos de todo
aquello que los agricultores sembraban. “A esto le decían El valle de los
conejos”, comentaba y hacía referencia a un pájaro llamado La Flotica, que
volaban formando nubes, ante la mirada embelesada de los niños. “Es muy verraco
seguir con esta guerra que no sirve para nada”… Guardó silencio hasta que entró
en el pueblo y alguien desde una bicicleta en movimiento le gritó: