Rosendo Romero - Traductor del sentir universal

“Ese que escribe versos
repletos de verano
estando en primavera
ese soy yo”
Rosendo Romero.


Al atravesar el puente se asomó por la ventana del carro y se conmovió por el paisaje: El río es un playón con monte que crece entre las piedras de la orilla y una ‘lágrima’ que le corre por el centro. Suspiró y dijo: “Voy a hacerle una canción al río, porque me dio mucho cuando yo era niño”.
Estuvo melancólico el resto del trayecto que lo llevaba al entorno de su infancia, donde se encontraría con amigos, compadres, recuerdos alegres y también con todas las transformaciones que el paso de los años, el peso de la violencia y las desidias del hombre le han causado a su mundo.
Miraba a lado y lado de la carretera y extrañaba los cultivos de antaño, los de antes de los químicos de la bonanza algodonera y de que llegara el conflicto armado a imponer un nuevo orden social y a cosechar los frutos de todo aquello que los agricultores sembraban. “A esto le decían El valle de los conejos”, comentaba y hacía referencia a un pájaro llamado La Flotica, que volaban formando nubes, ante la mirada embelesada de los niños. “Es muy verraco seguir con esta guerra que no sirve para nada”… Guardó silencio hasta que entró en el pueblo y alguien desde una bicicleta en movimiento le gritó:

Compositores: Patrimonio de mi esencia

Cuando yo era niña escuchaba mucho la historia cantada de un hombre que transitaba senderos abruptos y se tropezaba con un ángel; caminaba sobre sus pasos enfrentando sus fracasos y más tarde se cobijaba con unos brazos de desprecios y deseos. Por más que mi imaginación infantil intentaba pintar ese paisaje, no lo lograba; mis pensamientos no podían darle forma a esos relatos. Más tarde, a mis oídos llegó la historia de otro hombre que era la añoranza de un verso y que terminaba condenado por las gotas de llanto de una mujer… ¿Cómo es eso? Era la pregunta que siempre surgía ante las limitaciones de mi imaginación para dibujar las imágenes.

Un poeta en calma



“Ya casi no salgo. A veces voy por raticos a la plaza en las tardes”.
Pronuncia la frase con un acento de nostalgia que se mantiene presente en él durante toda esa mañana  de marzo, en la que una romería de recuerdos, tristes y alegres, llegan a visitarlo en el patio de su casa en el barrio Las Gaviotas de Valledupar.

Tiene razones para estar confinado: Ya las parrandas inolvidables se fueron, como también lo hizo el sosiego en las calles por las que podía andar sin inquietudes distintas a las producidas por el nerviosismo de ser bien recibido al llevar una serenata. “Me da temor. Yo leo todos los días en la presa que ahora asaltan y lo hacen es disparando, entonces me da como miedo salir a la calle”, dice Gustavo Gutiérrez Cabello, el hombre viajero de sus cantos, que ahora los lleva por diversos rincones del mundo, convirtiéndose esas giras en oportunidades de esparcimiento: “Los fines de semana como viajo por distintas partes del país a cantar, me distraigo bastante, los viernes y los sábados; llego los domingos y me quedo toda la semana aquí encerrado”, y cuenta que decidió clausurar la entrada principal de su casa y reforzar la seguridad en la puerta del balcón, después de ser víctima de atracos, que le ratificaron la materialización de sus temores de antaño, cuando elevó para que la violencia no llegara al Valle.  

Ya no hay heridas en los cantos de ‘El flaco de Oro’



La tristeza se fue. Los amplios trazos de melancolía que se anunciaban perpetuos en sus cantos ya no están. Uno a uno los fue dejando a un ladito del camino largo, y muchas veces agreste, que le ha tocado trasegar, en cuyo final ha encontrado días serenos y placenteros.
“Soy un ser simple, elemental, primario”. Así se describe Gustavo Gutiérrez Cabello, un poeta excelso que con sus cantos traduce en palabras la inmensidad del paisaje que vio desde su niñez y que marcó el sendero de sus creaciones, de lo que él es.
Y desde entonces yo soy romántico y soñador porque no puedo cambiar la fuerza de mi expresión”, dijo en una tarde de sol.
No podía cambiar porque de eso está hecho: De romance, sentimientos y nostalgias, de añoranza, de poesía… No podía separarse de las cosas más hermosas, de las más ligadas a su vida.