Acababa de levantarme y empezar mi día, cuando para muchos aún no terminaba el día anterior, pues ni siquiera se habían ido a dormir.
Algunos, con maicena en la cabeza –sin ser carnaval- y con los rasgos de mucho trago bebido ‘pintados’ en el rostro, bailaban una canción que ‘salía’ de un ‘disfónico’ equipo de sonido.
“…con mil centellas/otra lluvia roja que me cae/es tan difícil convertir dos mundos en uno solo…”.
¿Lluvia roja?, ¿Qué es eso?, me pregunté en silencio, mientras en mi mente se dibujó un macabro aguacero de sangre. ¿Por qué le pondrían ese nombre a esa canción?, me insistí, al tiempo que elogié lo bien que se sigue escuchando la voz de Iván Villazón y la especial compenetración que hace con el acordeón de Iván Zuleta.
Seguí caminando y no me ocupé más de la extraña lluvia.
Tres mañanas después, abordé un taxi hacia el periódico y –como algo predestinado- en Olímpica Stereo ‘soltaron’ la misma canción…
A medida que avanzaban los versos me sentía atrapada por el conjunto entero de la obra musical. Es una poesía excelsa, pensé. Por cada estrofa, cada matiz ‘destilaba un olor’ a Chiche Maestre (José Alfonso – el Patillalero, el mismo de tantas canciones tristes), pero yo me decía: No, no puede ser suya porque él está muy bien; sin embargo, antes de que el locutor anunciara su nombre, ya yo lo había confirmado. Tenía que ser de Chiche… ¿de quién más?
“…Yo voy a buscar/cerquita del horizonte/allá donde el sol se esconde/un sitio pa’ ver si puedo recuperarme/quiero alimentar/el alma triste y dolida/después de esta despedida/me queda a mí lo peor, aprendí a olvidarte…”
Descendí del vehículo y lo primero que hice fue marcar el número celular de Chiche. Alarmada y sin decirle buenos días, empecé a contarle mi experiencia con su canción. Él guardó silencio, mientras yo hablaba y sólo pronunció palabra cuando le dije ‘de sopetón’: explícate, poeta.
“Esa es una historia reciente”, me dijo-
Por eso es que te estoy llamando - lo interrumpí - ávida de saber qué era eso nuevo que había ocurrido en la historia sentimental de Chiche para que él escribiera semejantes cosas.
“Añoranzas que tiene uno de volver a la tranquilidad que tuvo en la niñez, frente a una circunstancia que ya se sentía como un fracaso” - me explicó con una ‘voz sonriente’ - y luego ‘dejó salir la una historia que me permitió recuperar la ‘tranquilidad’ que me había asaltado de pensar que el poeta-amigo había sufrido otro desamor.
Fue por una discusión con su amada esposa, de esas que normalmente tienen las parejas, pero Chiche es un ser muy sentimental, y no es que vea demasiadas películas de drama, como algunos bromean, no; es que de verdad tiene algo –los que lo conocen saben- que lo hace más sensible a todo. Creo yo que es producto del entorno de Patillal, el pueblito bucólico en el que nació y al que vuelve siempre.
“Sentía que estaba a un paso otra vez de otra ruptura y dije ‘errda’… pero el amor estaba ahí, está ahí; sigue igual… A veces uno en pareja tiene esas crisis, de juego de palabras, que se forma una turbulencia, un choque de ideas, de cosas, de momentos normales… -continuó.
“Hay partes en las que yo trato de enfrentarme de Jesús y decirle: ajá y ahora qué, cada vez que me enamoro es una tortura; cada vez que llego a una estabilidad emocional llega la sombra del fracaso a rondarme otra vez…
“Quería como –y es una forma de decirlo- ‘encuellarlo’ y preguntarle ¿qué es lo que pasa contigo?, ¿no me puedes ver feliz en pareja? Si es así entonces quiero devolverme para el pueblo otra vez…
Esta vez, fui yo la que guardó silencio.
“…y es que voy a hablar/de frente con el Mesías/que explique la vida mía/si cada enamoramiento es una tortura/que me diga, pues/para vivir solitario/sin presente ni pasado/lo que me pasa contigo no tiene cura…”.
Me alegré mucho porque fue sólo una discusión que sirvió, lejos de separarlos, para fortalecer los lazos de amor entre la pareja, gracias al Mesías… al hijo del carpintero.
Les enseñó a ambos que no es fácil tener un hogar estable en tiempos tan turbulentos, cuando uno de los dos tiene un oficio que lo obliga a estar ‘de cuerpo ausente’ y cuando las especulaciones externas asociadas al pasado carcomen, como un animal roedor, las bases de un amor. Los preparó para enfrentar lo que venga.
Y sí, gracias al Mesías, a Chiche no le cayó la lluvia de centellas, de hierros ardientes (por eso la imaginó roja). Gracias a Dios no tuvo que experimentar el peso de cantar una ‘realidad imaginaria’: “…te diré que seas feliz porque te adoro”.
Él la adora. De eso estoy convencida.
HOLA MARY ME PARECE UN GRAN APORTE EL HECHO QUE HAYAS CREADO ESTE NICHO Y ASÍ DARNOS LA OPORTUNIDAD DE DELEITARNOS CON TUS ESCRITOS, MAGISTRALES ESCRITOS, DESDE MI HUMILDE OPINIÓN. PERO YA SABES QUE ANTES DE CONOCERTE PERSONALMENTE, YA TE CONOCÍA A TRAVÉS DE TUS HISTORIAS...ME ATRAPARON!
ResponderEliminarY COMO SIEMPRE TE LO HE HECHO SABER, SOY TU FANS NÚMERO UNO...Y CUANDO GRANDE SERÉ COMO TÚ...PA'LANTE QUE DENTRO DE UNOS AÑOS, NO SOLO SERÁS EL ORGULLO DE LOS QUE TE CONOCEMOS, SERÁ DE NUESTRA REGIÓN. QUE PENA CON EL CHOCÓ PERO YA ERES NUESTRA!!!!
UN BESO TE QUIERO Y TE ADMIRÓ MUCHO
TUS HISTORIAS SON LAS MEJORES!!!!!!!!! DaMaRiS RoJaS qUiNtEro!!!!!!
MUY BUENA LA HISTORIA, TE FELICITO RUTH. UN ABRAZO.
ResponderEliminarEXCELENTE HISTORIA PARA EXCELENTE CANCIÓN. FELICITACIONES.
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