Un poeta en calma



“Ya casi no salgo. A veces voy por raticos a la plaza en las tardes”.
Pronuncia la frase con un acento de nostalgia que se mantiene presente en él durante toda esa mañana  de marzo, en la que una romería de recuerdos, tristes y alegres, llegan a visitarlo en el patio de su casa en el barrio Las Gaviotas de Valledupar.

Tiene razones para estar confinado: Ya las parrandas inolvidables se fueron, como también lo hizo el sosiego en las calles por las que podía andar sin inquietudes distintas a las producidas por el nerviosismo de ser bien recibido al llevar una serenata. “Me da temor. Yo leo todos los días en la presa que ahora asaltan y lo hacen es disparando, entonces me da como miedo salir a la calle”, dice Gustavo Gutiérrez Cabello, el hombre viajero de sus cantos, que ahora los lleva por diversos rincones del mundo, convirtiéndose esas giras en oportunidades de esparcimiento: “Los fines de semana como viajo por distintas partes del país a cantar, me distraigo bastante, los viernes y los sábados; llego los domingos y me quedo toda la semana aquí encerrado”, y cuenta que decidió clausurar la entrada principal de su casa y reforzar la seguridad en la puerta del balcón, después de ser víctima de atracos, que le ratificaron la materialización de sus temores de antaño, cuando elevó para que la violencia no llegara al Valle.  

Ya no hay heridas en los cantos de ‘El flaco de Oro’



La tristeza se fue. Los amplios trazos de melancolía que se anunciaban perpetuos en sus cantos ya no están. Uno a uno los fue dejando a un ladito del camino largo, y muchas veces agreste, que le ha tocado trasegar, en cuyo final ha encontrado días serenos y placenteros.
“Soy un ser simple, elemental, primario”. Así se describe Gustavo Gutiérrez Cabello, un poeta excelso que con sus cantos traduce en palabras la inmensidad del paisaje que vio desde su niñez y que marcó el sendero de sus creaciones, de lo que él es.
Y desde entonces yo soy romántico y soñador porque no puedo cambiar la fuerza de mi expresión”, dijo en una tarde de sol.
No podía cambiar porque de eso está hecho: De romance, sentimientos y nostalgias, de añoranza, de poesía… No podía separarse de las cosas más hermosas, de las más ligadas a su vida.