Un canto triste se oye…

“Nadie sabe lo que llevo dentro. En la Biblia quedó un salmo abierto, que un día me leyó; y un adiós me quedó de su voz, silencio; las campanas el cielo escucho, dolido. Fue a la cita sagrada con Dios. Fue cierto. Se acabo el camino…”.

Se oye un acordeón a lo lejos y una voz que canta una poesía lastimera. Hay mucho dolor en esa historia. Es la descripción de un padecimiento mortal. Desasosiego, tribulación e impotencia hay en esa letra.

Los adioses son algo ‘inherente’ a los seres humanos, pero la despedida a la que se hace referencia en este canto va mucho más allá, traspasa las barreras de la nostalgia por la ausencia y hace pensar en heridas, en duelos, en luto.

“Conocí la eterna despedida y en camino voy sin ti. ¿Quién no sabe qué es una partida?, sólo vine a conocer la vida cuando se marchó. Se llevó un pedacito de mí, de adentro…”.

Una ‘despedida eterna’… ¡La eternidad nunca termina! Habla aquí el autor de circunstancias irremediables e intensas.

Guardo silencio… Escucho cada frase, cada verso y mi mente insiste en esa obstinada costumbre de pintarlo todo con imágenes mentales: Un árbol sin hojas, un llanto más largo que el tiempo, un salmo abierto que nunca se lee, un camino que se acaba, pero que hay que continuar… Demasiado sufrimiento.

No tengo la menor idea acerca del paradero de Efrén Calderón Cujia, ni tampoco conozco la verdad verdadera sobre la muerte de su esposa, Margarita Ayola, pero percibo su sufrimiento cada vez que escucho esa canción (‘Sueños y vivencias’) y experimento ese frío extraño de la angustia ajena... Espero que haya logrado encontrar la paz de su alma.

He escuchado ‘millones’ de canciones vallenatas y sus letras me han estrujado las emociones, pero ninguna como ésta, que no es otra cosa que el lamento de un poeta a  causa de un suceso que irrumpió en sus horas y puso fin a su camino, dejándolo en la orilla del precipicio, con el corazón en las manos y sin saber para dónde coger, teniendo en frente una realidad burlona, un mal chiste: en un instante perdió a su esposa y de paso a una de las semillas de su amor que no alcanzó a florecer.

“Se llevó un pedacito de mi, de adentro

nos dejó su sonrisa inmortal, sentida

Cuando vine a entender el adiós, fue cierto

se llevó su vida”

Un cambio drástico, la despedida final, la certeza de saber que nunca más volverá su amor y que nunca conocerá a un fruto que ya estaba germinado. Más doloroso aún debe hacer sido el hecho, por el contexto en el que ocurrió.

De lo que pasó esa noche decembrina (año 2001) en Cartagena sólo conozco lo que ha trascendido a través de los medios de comunicación, tras el proceso judicial en el que Calderón fue condenado a 16 años de prisión.

Cuentan que esa noche hubo alegrías y desavenencias, que hubo trago, sexo y drogas; acusan a Calderón de haber asfixiado a Margarita y de haber intentado suicidarse cortándose la garganta. El compositor fue condenando, en dos instancias, como responsable del delito de homicidio preterintencional agravado y no tuvo suerte en un recurso de Casación ante la Corte Suprema de Justicia. 

Por considerar que fueron vulnerados los derechos fundamentales al debido proceso, al libre desarrollo de la personalidad e igualdad, por cuanto –según señalan- el compositor fue condenado sin haber pruebas objetivas de la comisión del delito, el año pasado familiares de Calderón intentaron con una tutela anular de todo lo actuado en el proceso; sin embargo, la Corte inadmitió este recurso, por considerar que el proceso agotó las finalidades frente a las garantías procesales y que no hubo violación alguna en el mismo.

No sé dónde está Calderón en este momento. No sé quién tiene la razón, si él o la Justicia. Si es él imagino que su conciencia, aunque dolida, estará tranquila; si es la Justicia lo imagino angustiado, pues además del dolor eterno estará todos los días frente a frente con el dedo señalador de su consciencia.

Si él hizo lo que dicen que hizo, espero –por sentimiento humano y por respeto y admiración a los poetas del folclor- que haya encontrado el arrepentimiento y la paz de su alma y que pueda ponerse en paz con la Justicia y los hombres. Si no es culpable, oro para que todo se aclare y pueda regresar a su contexto, para que siga adelante, aunque tenga que luchar contra una realidad “sin claros de luna, sin el sol de siempre”, aunque le toque “apagar las estrellas una a una”; que deje de caminar “como un errante” y que pueda encontrar su paz.

“La ultima vez que yo te vi en los ojos

nunca imaginaba que ibas a partir

querías vivir porque de todos modos

aun en la tristeza tu querías tu reír

Dímele a Dios que me ha dejado solo

me ha quitado todo, al llevarte a ti

no habrá en el mundo pa' esconder mis ojos

 las veces que lloro porque te perdí

Adiós mi sueño lindo de ayer, adiós a mis vivencias también”.