La estampa rubia y
forastera en medio de las montañas de la Sierra Nevada no pasa inadvertida. Y
si abre su boca y deja escuchar su castellano fluido, matizado con
expresiones tan castizas
como “pegarse unos chirrinchazos”,
“estar encoñao” y “arreglar las vainas a las trompadas”
llama aún más la atención.
Habita en un extremo de
Pueblo Bello, Cesar, en una casa sin lujos, ya que éstos no hacen parte de sus
prioridades para vivir. Él prefiere una existencia en calma, levantarse todas
las mañanas y ver que en frente suyo permanecen los cerros que tantas veces
recorrió en su juventud.
Es un alemán que no
conoce a Alemania, al que no le caen bien los Nazis, aunque un tío suyo fue uno
de ellos. “Algunos alemanes son unos desgraciados”, opina.
“No me interesa conocer
a Alemania”, dice, sentado en un sillón de la sala de su infancia, convertido
hace ya varias tardes en un escenario de recuerdos, donde relató detalles de la
leyenda que es su vida, de por qué un hombre que se llama Hans Joachim Naeder
Hadameck puede decir sin mentir: “Soy colombiano, nací hace 88 años en
Barranquilla, me bautizaron en Villanueva y he vivido desde niño en Pueblo Bello”.